Hoy celebramos
el 146 aniversario del nacimiento de
Rubén Darío, y en homenaje, os dejamos
con una de sus obras, quizás la más conocida. Esperamos que os guste. Saludos.
La princesa
está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se
escapan de su boca de fresa,
que ha perdido
la risa, que ha perdido el color.
La princesa
está pálida en su silla de oro,
está mudo el
teclado de su clave sonoro,
y en un vaso,
olvidada, se desmaya una flor.
El jardín
puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la
dueña dice cosas banales,
y vestido de
rojo piruetea el bufón.
La princesa no
ríe, la princesa no siente;
la princesa
persigue por el cielo de Oriente
la libélula
vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso,
en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha
detenido su carroza argentina
para ver de sus
ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de
las islas de las rosas fragantes,
o en el que es
soberano de los claros diamantes,
o en el dueño
orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre
princesa de la boca de rosa
quiere ser
golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas
ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por
la escala luminosa de un rayo,
saludar a los
lirios con los versos de mayo
o perderse en
el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el
palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón
encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes
unánimes en el lago de azur.
Y están tristes
las flores por la flor de la corte,
los jazmines de
Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente
las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita
princesa de los ojos azules!
Está presa en
sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de
mármol del palacio real;
el palacio
soberbio que vigilan los guardas,
que custodian
cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que
no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién
fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa
está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión
adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a
la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa
está pálida, la princesa está triste—,
más brillante
que el alba, más hermoso que abril!
—«Calla, calla,
princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con
alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la
espada y en la mano el azor,
el feliz
caballero que te adora sin verte,
y que llega de
lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte
los labios con un beso de amor».
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